BOÑAR, DE MANO EN MANO

Cientos de años atrás, en esta zona donde era frecuente proteger las casas con una herradura por aquello de la suerte, alguien se olvidó de ponerla en alguna de las entradas del pueblo o , peor aún, se debió de cometer algún error tan nefasto que no conocemos antídoto ni pócima alguna para desenredar el sortilegio.

Así ,invento ,que pudo ser esta suerte de casualidades y causalidades, esta manera de ser que nos envuelve, este falso orgullo que nos encierra a cada uno de los habitantes del pueblo… De lo que no se habla no existe, no hay errores, ni batallas, ni ganadas ni perdidas, no hay futuro, ni pensado ni camino de cavilar, será eterno nuestro gozo, serán infinitas nuestras historias, las mismas hasta hace treinta años.

Se perdió, no se hizo, se dejó, se cayó, se habló, se cerró, se tiró, se derrumbó, se marchó.

Y vuelta a otro ciclo, el de «a rio revuelto, ganancia de pescadores», que mientras unos hablamos o apuntamos o criticamos las maneras, otros callan y esperan contentines la suya, osea, su tiempo de besar a la princesa villa, para nada, para lo mismo, para estar, porque la princesa harta ni se despierta y encima corre el riesgo de convertirse en sapo. Y vuelta la burra al trigo.


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