Otoño en una escudilla de lentejas

A menudo me entretenía escogiendo lentejas; granizaban sobre el mismo plato de acero esmaltado en blanco desde los puños agrietados y suaves de mi bisabuela, que en la trayectoria no despistaba ninguna, aunque piedra fuera .

A este lado del escaño yo, consternada ya por los días que faltaban de nuevo para oler a melocotón y agua de lavanda, observando la densa nube formada por el café en la manga y la orquesta de cazuelas sobre la lumbre; se me iban los veranos en las centenas limpias que iba dejando en la escudilla de porcelana, sobre aquel hule con migas de pan. Estratos de achicoria bajo un cielo imaginado, sembrado de ramilletes de orégano y té prendidos en hilera a la intemperie de aromas y vapor.

Lejos de aquel telón de azulejos blancos de quince por quince y noticias en punto, de manzanas asadas y madalenas de nata, añoro aquellos cuentos que no anoté y su trenza, fina, larga y encaracolada con horquillas de Ca’Pepe.

«Veranos en Arintero» – acuarela y tinta –

Hoy ya sin piornos secos, pericón o tomillo, los días transcurren tranquilos de nuevo hacia un tiempo repleto de azahar, leyendas y tostadas de mantequilla.


4 respuestas a “Otoño en una escudilla de lentejas

  1. Precioso como siempre. ¡¡Sabes que cuando estuve de directora en Puente Villarente y Barrio de Nuestra Señora, cuando iba por las casas a pagar pensiones, aún había alguna mujer mayor escogiendo las lentejas en la cocina ante la lumbre!! Me enternecía rememorar esa sensación de la niñez 😘😘

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