Boñar de casas y calles con memoria

«No a todos nos gusta lo mismo; unos cogen espinas y otros rosas». Petronio

Hay lugares que no salen en las postales, calles por las que nadie pasea y ni siquiera muchos conocen su forma en el callejero, para mí casi son esas las más bonitas.

Permanecen congeladas en el tiempo, tienen un no sé qué, desde el alma que habita en su silencio hasta la imperfección de sus rincones, la belleza de estos lugares es una y otra vez solapada por las cuatro requetesobeadas referencias que en su constante pleitesía pierden cada día un poco más de autenticidad en favor de estos rincones.

Uno de los rincones más bonitos de Boñar

Sigamos así, pudiendo contemplar las calles y casas que nos devuelven un poco de autenticidad sin tener que recortar plano ni entrecerrar los ojos para evitar distracciones. Y de esta forma, entre marañas de cables y flores, con la duplicidad de números y la escasez de personas, en lo imbricado de tejas, piedras, ladrillos y escalones saldrán a nuestro encuentro el aroma a mantecadas o el sonido del puyazo de las peonzas de otro tiempo.

Lecheras y tertulias, y gente, y bicicletas, y en las dos aberturas el mundo, otro mundo, el de la carretera y sus paseantes del cañín a las Bodas, y los coches, arriba y abajo. No siendo universal el criterio de belleza, lo que si tiene mucha importancia es dejar perder la autenticidad, lástima que de lo primero haya tantos jueces y de lo otro quedemos en evidencia por esta constante búsqueda del ruido, la competencia, el chisme, en fin, ¡qué poco nos va quedando!, de todo.

Este Boñar de calles y casas. con memoria aún, nos mira de frente. Lo que no puede mantener la memoria es quien no guarda ningún recuerdo.